“La diseminación metastásica por vía nerviosa, es mucho más robusta, más eficaz, menos detectable que la vía linfática o sanguínea, peor aún, esta vía no es muy tomada en cuenta para el desarrollo de nuevas terapias.”
La conexión entre el sistema nervioso y el cáncer se conoce desde el siglo XIX, pero es desde la década de 1980, donde cobra relevancia y se ha ido desentrañando progresivamente a lo largo de las últimas décadas.
La Infiltración Perineural (PNI), es un término que cada vez se cita con más frecuencia en la literatura científica oncológica. Desde que se descubrió que los nervios, muchas veces, están infiltrados por células cancerosas, se resuelve que, casi el 100% de los adenocarcinomas de páncreas, el 70% de los cánceres de próstata, carcinomas de cabeza y cuello, adenocarcinomas gástricos, la tercera parte de las neoplasias malignas de colon y otros tumores malignos, muestran infiltración perineural; es decir, infiltran, invaden y conviven con estructuras nerviosas periféricas.
Este fenómeno, inicialmente conceptuado como una mera evolución del cáncer en su progresión, ha virado en su entendimiento y significado, pues tanto el cáncer como las células nerviosas son copartícipes de un tinglado (enredo) que las lleva a armonizar el proceso mismo de progresión y evolución tumoral. El cáncer estimula la neurogénesis y a su vez conlleva a estimular la oncogénesis en un proceso de retroalimentación mutua.
El significado clínico de la presencia de infiltración perineural (PNI) es bastante conocido, pero muy poco tomado en cuenta, cabe afirmarse que, en aquellos casos en los cuales se encuentra presente, denota un pronóstico significativamente peor que en aquellos casos en los cuales no se detecta, existiendo evidencia muy concreta de que este pronóstico negativo se debe precisamente a la potente interacción entre las fibras nerviosas y el cáncer. Las vías de diseminación por la vía nerviosa, parecen convertirse en verdaderos santuarios, difíciles de detectar, pero extremadamente importantes en el proceso de diseminación: La diseminación metastásica por vía nerviosa, es mucho más robusta, más eficaz, menos detectable que la vía linfática o sanguínea; esta vía no es muy tomada en cuenta para el desarrollo de nuevas terapias y por ende, cuando existe, no es posible erradicarla selectivamente en la mayor parte de los casos.
Las vías moleculares y los mediadores químicos de esta interacción onco-neuronal, son bastante complejas y recién empieza a conocerse algo de estos actores, saltando a la palestra de este campo de investigación nombres como neurotrofinas, exosomas, receptores adrenérgicos, colinérgicos y muscarínicos, factor de crecimiento derivado del endotelio (VEGF), etc., actualmente investigadas de manera muy activa.
Es conocido el hecho de que el estrés crónico, es un impulsor importante del proceso neoplásico, se sabe que un estímulo nocivo y constante, está implicado tanto en la aparición de un cáncer como en la progresión de este, lo que no se conocía muy bien, era el cómo el estrés ejercía su efecto nocivo, ahora ya es posible, aunque limitadamente, entender las bases biológico-moleculares de este fenómeno tan importante, que conectan al mismo sistema nervioso con las células cancerosas, hablándose inclusive de un eje hipotálamo-pituitario-adrenal-autonómico, al cual agregaría el término cortical, el eje Córtico-Hipotalámico-Pituitario-Adrenal-Autonómico, pues los pensamientos y su manera de impactar en toda esta vía, no se pueden desligar.
Dr. Antonio Camargo:
Oncólogo – Director de Onkos Instituto del Cáncer